SIGO AQUÍ
Enciendo la luz, apago la luz, enciendo la luz. Nada cambia. Me enfrento a un mundo de sombras. De la mano de la soledad, mi nuevo amante, te busco en los rincones de la casa: cocina, salón, pasillo, dormitorio, más pasillos... Tus cosas están sumidas en un sueño perpetuo: la taza de los desayunos, algunos pares de zapatos, la pulsera que te regalé, tu cepillo de dientes (sí, aún lo guardo). Tengo la impresión de que tu recuerdo me persigue a cada paso, y grito en la oscuridad que te vayas, que no puedo soportarlo...
Todavía cuando despierto por la mañana, y lucho contra los rayos del sol, intentando cubrir mis ojos con la almohada, estiro mi brazo derecho buscando tu cuerpo bajo las sábanas. Pienso que quizás te estés duchando, pero el agua no se escucha correr. A lo mejor estás haciendo el desayuno, pero no huele a café recién hecho ni a tus tostadas de mantequilla.
Desconcertada me siento en la cama, miro a la mesilla, pero allí no hay ninguna foto de los dos y el armario está medio vacío. En mi cabeza un sueño, que preferiría no recordar, se abre paso en mi mente a empujones. Y la verdad me golpea sin compasión.
Abro el frigorífico y me pregunto qué te apetecería cenar. Pongo música y bailo abrazada al aire. Deambulo por la calle, consciente de que la gente apenas repara en mi presencia. Cuento los minutos que tardo en recorrer el trayecto de mi casa a la tuya, pero nunca llego a terminar el recorrido, pues los ojos se me anegan de lágrimas y tengo que dar marcha atrás, recogiendo mi valor.
Cuando tus pasos te guíen hasta mi casa, entra, la puerta estará abierta, yo permanezco sentada a la mesa de la cocina, sacándole brillo a la cubertería que debías haber utilizado en aquella cena.
He olvidado lo que es sentirse querida, aunque no sé si alguna vez me sentí así. Mi corazón no está muerto, sólo menos vivo.
No sé, quizá ya no deba aguardar tu regreso. Mejor, no vuelvas. No te preocupes por mí. Estoy acompañada por tu fantasmal presencia. ¿Ves? Ya ni lloro, simplemente estoy enloqueciendo...Pero tranquilo, tú eres libre. Vive, que yo seguiré extinguiéndome. Sal a la calle, que yo continuaré castigándome.
Espera...creo que me apetece gritar ¡agggg!. Ya.
¿Cómo estás ¿Eres feliz? No me alegra saberlo. Hoy 16 de enero es una fecha señalada, es tu cumpleaños y por eso te envío esta carta de felicitación, aunque haga 6 meses, 2 semanas, 3 días y 15 horas que no nos vemos, bueno, yo sí que te veo...¿te has cortado el pelo, verdad?
Voy a estar fuera una temporada, quiero que sigas acordándote de mí y no olvides que en algún lugar de este mundo egoísta, yo seguiré soñando con tus manos y tachando los días en el calendario que cuentan el transcurso de mi espera.
Aunque ya comprendí que estas cartas acaban en el fuego, desintegrando cada palabra y cada suspiro, aguardaré como siempre tu clavel de reconciliación.
Mis palabras siempre contigo: Hube.
viernes, 13 de marzo de 2009
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