UN DIA DE TERROR…
Ese día hacia frío, no sé cómo ni porqué llegué a aquel lugar, podía ver a lo lejos una casa oscura, tenebrosa, oía como el agua chocaba contra las piedras, debía haber un río bastante cerca. Pero allí me encontraba enfrente de aquel hombre, tenía un aspecto sucio como si en semanas no se hubiera lavado. Caminaba torpemente hacia la verja de la casa arrastrando su pierna derecha mientras se hurgaba la nariz. Podía escuchar como sus llaves chocaban unas con otras, todo aquello me producía una terrible sensación de pánico. Las desengancho del cinturón y abrió una de las puertas que componía la verja. La cruzamos Martín, Laura, Luis y yo. Empezamos a caminar, me agarré fuertemente al brazo de Martín, no lo quería soltar por nada del mundo, cerré los ojos con fuerza y deje que él guiara mis pasos, quería olvidarme de todo, no pensar, dejar la mente en blanco, pero la curiosidad pudo conmigo, giré la cabeza hacia atrás, y allí estaba ese hombre mirando fijamente como caminábamos hacia la puerta principal, observaba como cada vez se hacía más pequeño, hasta que desapareció por completo.
-No debimos de haber venido aquí, este lugar es espantoso, ¡vámonos! ¡vámonos!
-Ya es tarde Laura, no podemos salir, hay que avanzar, tenemos que conseguirlo, ¡hay que ser valientes! Vamos a entrar ¡corre!- Dijo Martín mientras tiraba de mi brazo.
¡¡Toc, Toc!! Aporreo la puerta.
Pero esta estaba abierta y con un fuerte crujido se abrió. La entrada tenía un aspecto sucio, en una de las paredes había un gran espejo, cubierto por una capa de polvo. Me puse frente a él, apenas podía ver mi rostro, apoyé mi mano sobre el espejo y con movimientos circulares logré ver parte de mi cara y de la entrada que reflejaba, pero en ese momento un escalofrío recorrió mi cuerpo, pues vi a través del espejo una silueta negra, como una sombra, que corría velozmente hasta meterse en una habitación cerrando la puerta de golpe,
¡Plaf! Todos dimos un bote del susto.
-¿Habéis oído eso? ¡Decidme que lo habéis visto¡ ¡tengo miedo, vámonos de aquí¡ Dijo Luis con la cara descompuesta por el miedo.
¡Plaf! ¡Plaf!
-¡Aaaaaahh!- Todos gritamos a la vez. Subimos corriendo por las escaleras sin saber qué nos esperaría arriba, lo único que queríamos era alejarnos de aquellos ruidos espantosos. Ya arriba de las escaleras se podía ver un largo pasillo con numerosas puertas a los lados. No queríamos volver a bajar así que seguimos el pasillo hasta el fondo donde había una puerta, Laura con la mano temblorosa, la abrió, entramos todos, parecía la habitación de un niño pequeño rico, ya que había muchos juguetes, todos eran muy antiguos, estaban descoloridos. Me llamó la atención una barca de juguete que había tirada sobre la cama, parecía mordisqueada. A mi izquierda había un caballito de madera, estaba corroído, pero aun parecía rígido como para mecer a un niño pequeño.
-¡Eh! ¡Mirad esto!¡venid! ¡venid!
Nos acercamos a ver qué pasaba, Laura estaba enfrente de la ventana de la habitación, nos asomamos todos, se veía todo el jardín. Había una hoguera, pero estaba apagada y a lo lejos se divisaba un paisaje precioso aunque un tanto tenebroso, pero sin embargo una sensación de paz recorrió mi cuerpo.
En ese mismo momento escuchamos algo, era una mujer cantando una nana, nos quedamos inmóviles por unos segundos, nos giramos para ver la puerta, estaba cerrada, todos nos miramos a los ojos esperando a que alguno la abriese. Me armé de valor y lentamente me acerqué para abrirla. Cogí con fuerza el pomo y de un tirón la abrí, no había nadie, ya no se escuchaba nada. Salimos de la habitación, pero en ese momento oímos unos ruidos de pasos que se acercaban velozmente por el pasillo, y en la oscuridad apareció una anciana, corriendo hacia nosotros con una risa diabólica, el labio inferior lo tenía medio caído, parecía que tuviese lepra. Su traje estaba roto y por una de las rajas del vestido asomaba su pierna huesuda y desnuda. No podíamos parar de gritar, no sabíamos donde ir, no podíamos correr hacia los lados pues había puertas y paredes, ni hacia delante pues cada vez se acercaba más y más, así que entramos en la habitación que había a la derecha del pasillo. Cerramos la puerta y con una silla la encajamos de tal manera que bloqueamos la entrada.
Paff!! Paff!! Se escuchó en la puerta mientras vibraba del golpe. Esta por fin dejó de moverse. Nos giramos para ver dónde nos habíamos metido esta vez, estábamos en el salón, había una gran mesa con un mantel amarillento que aun tenía el ticket de compra pero este estaba descolorido. Sobre ella había platos, acompañados por un tenedor una cuchara y un panecillo.
!!!!Paff¡¡¡¡ la puerta se abrió de un golpe tirando la silla bruscamente al suelo, la anciana reía sin parar mientras corría hacia nosotros.
- ñiiijijijijijij. CONTINUARA….
viernes, 13 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario