Rompecabezas
-¡Ya estoy en casa!
El chico de cabellos oscuros siguió montando su puzzle sin inmutarse. Nadie podría sacarle de su mundo de juegos de mesa y videojuegos sobre dragones.
-Te he traído un paquete de palomitas -le dijo su padre mientras se quitaba el abrigo y se sentaba en el sofá-. ¿Quieres que vayamos a jugar al parque?
El chico giró la cabeza perezosamente y le miró. Su padre le sonreía alegremente invitándole a contestar.
-Hace frío, papá -le contestó reanudando su juego. Le quedaban pocas piezas para acabarlo...
-Vamos, hace tiempo que no salimos -insistió, aún sonriendo.
-En serio, no tengo ganas -dijo sin apenas despegar los labios mientras seguía montando su puzzle.
El chico no se dio cuenta, pero le miró muy entristecido, casi desilusionado. No quería obligarle a salir.
-Está bien, otro día será -le dijo mientras se levantaba del sofá.
Se fue a su cuarto para estar solo. Mientras tanto, el niño seguía con su juego. No intuía que dentro de pocos días su padre se iría de allí. Si lo hubiera sabido, quizás habría salido más con él o habría sido más amable.
Y entonces colocó la última pieza.
-Mierda... -murmuró. Faltaba una pieza más, pero no la encontraba por ningún lado. Quizás la había perdido por no tener cuidado...
Se puso de pie y observó la imagen que había formado: era una sencilla a la vez que hermosa ilustración en colores pastel, que mostraba a una niña con su padre cogidos de la mano, corriendo. Pero la cara del padre no estaba, era la pieza que le faltaba.
Y aunque aún era un niño, se dio cuenta de la situación. No podía dejar que su padre se distanciara de él por su culpa.
Corrió hacia el cuarto de su padre.
-¡Papá, vayamos a jugar! -gritó emocionado.
Él estaba haciendo un maqueta en su escritorio, como siempre. Le encantaba aquella habitación.
Al escuchar sus palabras sonrió, como de costumbre.
-Iremos al parque de la otra vez, ¿vale?
-¡Claro!
Se pusieron los abrigos y cogieron los paraguas. Justo cuando el niño fue a abrir la puerta su padre le detuvo.
-Se me olvidaba -le dijo poniendo algo en su mano-. La encontré en el suelo.
El niño miró en su mano y se encontró con la pieza perdida. Era la cara del padre que salía en el puzzle, y se le veía muy feliz.
-Gracias, papá -le dijo dándole un tierno abrazo.
El chico de cabellos oscuros siguió montando su puzzle sin inmutarse. Nadie podría sacarle de su mundo de juegos de mesa y videojuegos sobre dragones.
-Te he traído un paquete de palomitas -le dijo su padre mientras se quitaba el abrigo y se sentaba en el sofá-. ¿Quieres que vayamos a jugar al parque?
El chico giró la cabeza perezosamente y le miró. Su padre le sonreía alegremente invitándole a contestar.
-Hace frío, papá -le contestó reanudando su juego. Le quedaban pocas piezas para acabarlo...
-Vamos, hace tiempo que no salimos -insistió, aún sonriendo.
-En serio, no tengo ganas -dijo sin apenas despegar los labios mientras seguía montando su puzzle.
El chico no se dio cuenta, pero le miró muy entristecido, casi desilusionado. No quería obligarle a salir.
-Está bien, otro día será -le dijo mientras se levantaba del sofá.
Se fue a su cuarto para estar solo. Mientras tanto, el niño seguía con su juego. No intuía que dentro de pocos días su padre se iría de allí. Si lo hubiera sabido, quizás habría salido más con él o habría sido más amable.
Y entonces colocó la última pieza.
-Mierda... -murmuró. Faltaba una pieza más, pero no la encontraba por ningún lado. Quizás la había perdido por no tener cuidado...
Se puso de pie y observó la imagen que había formado: era una sencilla a la vez que hermosa ilustración en colores pastel, que mostraba a una niña con su padre cogidos de la mano, corriendo. Pero la cara del padre no estaba, era la pieza que le faltaba.
Y aunque aún era un niño, se dio cuenta de la situación. No podía dejar que su padre se distanciara de él por su culpa.
Corrió hacia el cuarto de su padre.
-¡Papá, vayamos a jugar! -gritó emocionado.
Él estaba haciendo un maqueta en su escritorio, como siempre. Le encantaba aquella habitación.
Al escuchar sus palabras sonrió, como de costumbre.
-Iremos al parque de la otra vez, ¿vale?
-¡Claro!
Se pusieron los abrigos y cogieron los paraguas. Justo cuando el niño fue a abrir la puerta su padre le detuvo.
-Se me olvidaba -le dijo poniendo algo en su mano-. La encontré en el suelo.
El niño miró en su mano y se encontró con la pieza perdida. Era la cara del padre que salía en el puzzle, y se le veía muy feliz.
-Gracias, papá -le dijo dándole un tierno abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario