Arrestan a tres menores por robar e intimidar
a otros jóvenes en Vélez- Málaga
a otros jóvenes en Vélez- Málaga
Mike salió de la clase media hora antes de que tocara el timbre. No tenía ganas de escuchar al profesor. Siguió caminando por el pasillo mientras el profesor le ordenaba que volviera a la clase.
“Esto es un asco” pensó. Al fin y al cabo, todos los de allí acabarían trabajando en un McDonalds o algo parecido, estudiaran o no. No había futuro.
Cruzó la esquina y se chocó con un chico que también andaba despistado. Era Alex, un chaval de la otra clase bastante rarito.
- Mira por dónde andas, capullo- le dijo-
- Pe...Perdón...- murmuró el chico, asustado.
Mike se acercó a él y se apoyó en la pared, bloqueándole el paso.
- Oye, necesito pasta.
Aquello era una orden.
- Yo...ya no tengo más, te di lo que me quedaba el otro día- dijo Alex.
- Pero qué dices? ¿Te crees que soy tonto o qué?- gritó Mike.
Y entonces comenzó a sacudirle por los hombros, cada vez con más fuerza. Se oyó un “click, click” del bolsillo del chico.
- Con que no tenías ¿eh?- dijo mientras le quitaba el dinero y se iba, dejando al chico allí, casi llorando.
Mike no sabía por qué hacía eso. No sabía por qué descargaba su ira con él. Quizá porque se sentía (muy en el fondo) inferior a los demás y tenía que encontrar a alguien inferior a él. Alguien débil, que no podía descargar su ira con nadie.
Alex se quedó allí en el pasillo unos segundos. “Otra vez”, pensó.”Tenía que pasar”.
Se fue y se encerró en el servicio a fumarse un cigarro. Comenzó a llorar. Se sentía como un tonto al dejar que todos se burlaran de él, al dejar que le trataran como a basura.
Comenzó a arañarse los brazos de la rabia, primero con las uñas y luego con un alfiler que llevaba. Lo hacía lentamente, sin dejar que saliera sangre. “Sólo el arañazo” pensó. No hacía aquello porque tuviera ningún problema mental, sino porque él quería. Así, inconscientemente, se regañaba a si mismo, se decía cuán patético era.
Aquella marcas, junto con los moratones y golpes de otras palizas le daban un aspecto horrible. Algunos le miraban mal; otros con lástima, como si sus padres lo maltrataran. Era el débil, el rarito, el que sobraba. No podía salir a la calle sin sentir todas las miradas clavadas en él.
Y en el fondo sabía que podía evitar todo eso. Tan sólo tenía que actuar como los demás, la gente “normal”. Y es que en aquella sociedad sólo estaba permitido lo que decía la ley, lo normal. Y lo normal es la mayoría, lo que hace todo el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario